Pero Fréderic no tardó en volver al lugar al que ya la señora Arnoux había regresado.
Estaba leyendo un pequeño volumen con tapas grises. De vez en cuando, se elevaban las comisuras de su boca, y un relámpago de placer iluminaba su frente.
Se sintió celoso de quien había inventado lo que tanto le agradaba.
-La educación sentimental, Gustave Flaubert-
No hay comentarios:
Publicar un comentario